México está descubriendo a Fiat
Motor de arranque Sergio Oliveira Yo era un adolescente cuando, en la segunda mitad de los años 70 del siglo pasado, Fiat inició sus operaciones en Brasil. Para mi generación, la marca italiana representaba algo diferente, una forma distinta de hacer las cosas. Para empezar, no se ubicó en São Paulo, donde estaban todas las demás, sino en Betim, Minas Gerais. Sus autos eran compactos pero con buen espacio interior. Para aprovechar mejor el espacio, por ejemplo, la llanta de repuesto iba en el compartimiento del motor del 147, el primer auto de la marca en el país, el cual convencí a mi madre de comprar. Fue el inicio de su larga relación con la marca Fiat, que renovaba cada tres años hasta el último auto que adquirió, ya con más de 80 años de edad en la época. La historia mía y de mi madre con Fiat es similar a la de muchos brasileños, tanto que los italianos tengan hoy nada menos que 20% del mercado en ese país. Con México, sin embargo, el romance fue mucho más turbulento, aunque p...