Motor de arranque
Sergio Oliveira
¿Elon Musk está matando a Tesla?
Esta no fue un semana nada fácil para el hombre más rico del mundo, CEO de Tesla, X (antes Twitter) y Space X, entre otras. De hecho, contrario a todas las apuestas, las cosas no han sido sencillas para Elon Musk desde la toma de protesta de Donald Trump para su segundo término en la Casa Blanca, cuando hizo un saludo que recordó el que hacían los nazis. Adrede o no, Musk conquistó a muchos enemigos con eso y las protestas frente a los distribuidores de Tesla, las Cybertruck incendiadas y el ataque cibernético a su rede social le provocaron un lunes de pesadilla. ¿Será el inicio del fin para la marca que puso de moda a los autos eléctricos?
Solo en el primer día hábil de esta semana, las acciones de Tesla cayeron 15%. Las calcomanías que dicen “Lo compré antes de que Elon se volviera loco”, se multiplicaron en Estados Unidos. Esto, que en un principio se hizo por humor, se volvió una especie de defensa, una forma de decir a los demás “no me castiguen por tener un Tesla, por favor”, ya que muchos vehículos fueron vandalizados y algunos dueños reportaron haber recibido agresiones verbales por manejar un Tesla. En Noruega, hasta Kia se “subió al tren” y puso una calcomanía en su más reciente modelo eléctrico, el EV3, que decía: “Lo compré después de que Elon se volviera loco”.
Tan mal le fue, que el martes uno de sus más nuevos amigos, Trump, publicó un post en redes sociales defendiendo a Musk, a su trabajo en el gobierno de Estados Unidos y a Tesla, diciendo incluso que iría comprar uno. Las acciones de la empresa han caído 53% comparado al récord de diciembre pasado, justo después de la victoria de Trump, cuando muchos apostaban que, debido a la cercanía con el presidente, la marca tendría ventajas, una de ellas como consecuencia de los aranceles aplicados a México, Canadá y China.
Al día siguiente a su post, Trump cumplió su promesa y compró un Model S rojo, que obviamente fue entregado por Musk en persona, en la residencial oficial del gobierno estadounidense.
Grandes autos. En algunos aspectos
Los Tesla son autos generalmente muy agradables de ver y manejar. Su diseño es fluido y curvilíneo, con la ausencia de parrilla marcando una diferencia contra los vehículos de combustión interna, que en los principios de vida de la marca, era muy notoria, puesto que no habían otros eléctricos en la calle, prácticamente.
El primero que conduje fue un Model S P100 D, entonces el más equipado y poderoso. Lo hice en el autódromo de Pachuca, en un especial de Autocosmos en que participé como invitado. La aceleración del auto, absolutamente brutal, me impactó. De hecho, me dejó mareado el impacto de las fuerzas G a que fui sometido. Pero la excitación en la recta se transformó en decepción en las curvas, donde su peso y tamaño lo hacían un auto punto menos que torpe. Ha mejorado desde entonces y la marca ha hecho incluso versiones especiales que lograron excelentes tiempos en el autódromo germano de Nurburgring. Los acabados eran malos cuando lo mirabas al detalle, pero impresionaban a primera vista.
Luego conduje un Model 3, que me pareció mucho mejor hecho, equilibrado y agradable. Uno de esos coches en los que las ventajas de ser eléctrico resaltan mucho: silencio, bajo centro de gravedad y aceleración instantánea. Lo manejas y te dan ganas de tener uno.
Cierta vez, en Alemania, me tocó andar en un Model X que era Uber. Mucho espacio, el interior inmaculadamente blanco y con su dueño y chofer feliz, jurando que era mejor auto que los alemanes. Y ese chofer era alemán.
Parte de la felicidad de ese conductor la compartían muchos, porque se sentían vanguardistas, ecológicos, humanitarios, diferentes. Admiraban a Musk con una adoración casi religiosa, como alguien que fue capaz de pensar y actuar diferente y ser tan exitoso que pasó a ser el más adinerado.
Hoy esto ha cambiado. Con posiciones políticas radicales, trabajando para el gobierno y apareciendo con una motosierra para mostrar lo que quería hacer —“cortar cabezas”—, Musk ya no es alguien con quien muchos quieran asociar su imagen. Sí, Tesla probablemente no muera ahora, pero si no apura lo que realmente se espera que la transforme en la empresa más poderosa del mundo en el futuro: los vehículos autónomos y los “robotaxis”, tal vez ya no alcance a hacerlos
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